El peligro del diagnóstico de TikTok

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La pandemia, con toda su pérdida, miedo y aislamiento, echó gasolina a una crisis de salud mental preexistente, elevó el tiempo que la mayoría de las personas pasan online y disparó las conversaciones sobre problemas psicológicos y psiquiátricos en las redes sociales, tanto de quienes deciden compartir sus experiencias y diagnósticos como de profesionales que divulgan información y consejos para sobrellevar mejor la situación.

Twitter ha sido el paño de lágrimas de la pandemia para muchas personas, y en TikTok, el «género» de vídeos con consejos de salud mental creados por especialistas en el tema o no ha tenido un gran auge. Los etiquetados con el hashtag #psicologia #saludmental #depresion #ansiedad #bipolar… registran miles de millones de visualizaciones, lo cual es una buena noticia si uno piensa en la importancia de desestigmatizar los problemas de salud mental y de normalizar la búsqueda de ayuda psicológica.

Sin embargo, algunos psicólogos han empezado a advertir que este fenómeno también tiene otros resultados inesperados en forma de un creciente número de adolescentes y jóvenes que leen o escuchan a alguien hablar de su experiencia y se sienten tan conectados que toman sus síntomas como propios, los vinculan con sus propios malestares y creen que deben tener el mismo diagnóstico, sea un trastorno de ansiedad, depresión, déficit de atención e hiperactividad o síndrome de Tourette, algunos de los más «populares» en TikTok y en otras redes, incluidas Instagram o YouTube.

«No es algo exclusivo de los adolescentes; todo el mundo tiene curiosidad e ignorancia sobre temas de salud mental y, si ve información sobre ello, le llama la atención, se identifica y puede sentirlo como algo propio, entre otras razones porque los trastornos de salud mental y los síntomas que se usan para describirlos a menudo son cosas que a todo el mundo le pasan, pero llevadas al extremo por su intensidad, duración o frecuencia», afirma Rafael San Román, psicólogo de la plataforma Ifeel. A modo de ejemplo, comenta que todo el mundo en algún momento se siente triste, desmotivado o desesperanzado sin que sea un trastorno, pero eso mismo, llevado al extremo, es depresión; y cualquiera, en alguna ocasión, desconfía de alguien o le parece que le han dicho algo sin que nadie haya hablado, pero esas situaciones solo son paranoia o psicosis llevadas al extremo.

«Todas las personas buscamos poner nombre a las cosas que nos ocurren y los adolescentes, que a menudo tienen una sopa de sentimientos y malestares, que se sienten incomprendidos y que están buscando su identidad, a veces la creen encuentrar identificándose con ciertas etiquetas diagnosticadas, porque concretarlo en un nombre les proporciona cierta tranquilidad sobre lo que les pasa, les hace sentir que no les ocurre solo a ellos, y les quita responsabilidad al pensar que no es que ellos hagan mal las cosas sino que tienen un problema», explica Roger Ballescà, coordinador del comité Infancia y Adolescencia del Col·legi Oficial de Psicologia de Catalunya (COPC).

Y subraya que, en realidad, las redes sociales no hacen más que facilitar «el fenómeno de la psicopatologización en que estamos inmersos desde hace unas décadas y de la que todos participamos socialmente aplicando patologías y medicalizando comportamientos y malestares que a menudo son normales para un determinado proceso o momento vital». Recuerda que la primera versión del DSM (manual de diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales), de 1952, incluía 128 trastornos, mientras que la última, del 2013, recoge más de 500.

Ángel Peralbo, responsable del área de adolescentes y jóvenes del Centro de Psicología Álava Reyes, coincide en que hay un creciente número de personas – no solo adolescentes – que ante cualquier tipo de problema accede a internet y a las redes sociales en búsqueda incansable de un diagnóstico y «pueden entrar en una espiral de hipocondria y de autodiagnósticos tremendos, porque siempre se fijan en lo peor». Asegura que, como profesional, no ve excesivamente problemático que un adolescente pueda encontrar un diagnósticos que le encaje con sus malestares si el siguiente paso es buscar un especialista que le evalúe, «porque incluso si lo único que tiene son problemas de la edad o de respuesta del entorno, desde la psicología se pueden trabajar bien sin patologizar».

El peligro, coinciden los tres especialistas consultados, es autodiagnosticarse, creer que uno tiene un problema psicológico y dar credibilidad a los remedios y terapias que se ofrecen por redes sociales, sobre todo cuando quienes los proporcionan no son profesionales de la salud mental.

Más información en: https://mynmedia.mynews.es/intelligence/C2200217/document/13933/LVG202108304553/?fromEmail=True&idEnviament=155337

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