El que puede, se paga un psicólogo; el que no, se aguanta

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María (nombre ficticio) llevaba un tiempo encontrándose mal. El año 2020 estaba siendo difícil, como para tantos otros. No dormía bien por las noches y estaba alterada, recuerda la mujer, de 56 años, que prefiere mantener el anonimato. «Un día, fui al centro de salud. Con el médico casi no pude ni hablar, lloraba todo el rato. Llevaba mucho tiempo teletrabajando, una compañera de trabajo acababa de morir de covid y quizás, a raíz de eso o por todo un poco, me encontraba fatal», relata esta administrativa de Fuenlabrada, en Madrid. Pero en el médico solo encontró una receta de Lexatin, un fármaco contra la ansiedad. «Me lo dio para que durmiera, pero obvió el problema. Nadie me ofreció derivarme al psicólogo. Al final, fui yo a uno privado. Tenía terror a volver a la oficina y decidí pedir ayuda privada. El que puede, se paga un psicólogo y el que no, se aguanta», zanja. En España, solo hay seis psicólogos por 100.000 habitantes dentro del Sistema Nacional de Salud, tres veces menos que la media europea. En plena pandemia y con una crisis económica en ciernes, psicólogos y psiquiatras alertan de que la demanda crece y faltan manos en salud mental.

Pese a la alta prevalencia de los trastornos mentales —la Organización Mundial de la Salud calcula que un 25% de la población sufrirá algún problema de salud mental a lo largo de su vida—, los expertos calculan que solo 5 de cada 100 euros que se invierten en sanidad van a parar a la atención de estas dolencias. «La inversión en salud mental es de pena. Una vergüenza. Es el punto más débil del sistema sanitario», alerta Antonio Sanz, profesor de Psicología de la Universidad Autónoma de Barcelona.

La pandemia no ha hecho más que agudizar las carencias estructurales de esta red asistencial, como recordó el miércoles en el Congreso el diputado de Más País Íñigo Errejón: «Hay que aumentar los psicólogos en la sanidad pública porque que alguien te acompañe o te eche una mano cuando estás mal no puede ser un lujo para quien lo puede pagar». El Colegio de Psicólogos de Andalucía Oriental asegura que las consultas en su especialidad se han disparado un 30% desde que comenzó la pandemia.

El sistema no da abasto, empezando ya por su puerta de entrada, la atención primaria, presa de una constante sobrecarga asistencial. «Sabemos que hay más demanda, pero llega menos. Atención primaria está saturada y no está derivando, así que los pacientes no saben qué hacer: si tienen dinero, van a recursos privados y, si no, aguantan en casa hasta que explotan y entran por urgencias con cuadros gravísimos», señala Celso Arango, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría.

Antes de la pandemia, acceder a la red de salud mental ya era complejo, sobre todo para los casos más leves. «Si tienes una enfermedad, el sistema te lo tratará. Pero si tienes síntomas inespecíficos, que no son trastornos ni alteran tu vida, sí que a lo mejor te puedes quedar a la cola», admite Aurores Fernández, coordinadora de salud mental de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria. Falta tiempo y personal, alerta: «Aunque se prevé que entrará una bolsa de pacientes, no se aumentan los recursos humanos ni la formación a los profesionales».

Un informe del Ministerio de Sanidad revelado al portal Civio —Sanidad no facilitó este documento a EL PAÍS, pese a haberlo solicitado— muestra que en 2018 había en España 2.397 psicólogos clínicos en la red pública. La inmensa mayoría de los 33.200 colegiados ejercen en consultas privadas y las visitas cuestan, de media, unos 50 euros, según el Observatorio de Precios de Mundopsicologos.com. «Esto es muy poco equitativo porque la gente sin recursos, la que no puede pagarse un psicólogo privado, son, precisamente, los más vulnerables y los que tienen más riesgo de desarrollar un trastorno mental», dice Fernando Chacón, vicepresidente del Consejo General de Psicología de España.

Algunas comunidades, como Asturias, Madrid o Cataluña, tienen psicólogos en algunos centros de salud. Pero no es lo habitual. «Hay comunidades en las que el médico de familia no puede derivar al psicólogo, sino que tienes que pasar por el psiquiatra y que lo derive él», relata Fernández. Según un informe del Defensor del Pueblo, la lista de espera para la red de salud mental era de 26 días en Andalucía o Asturias, un mes en Galicia o 45 días en Castilla-La Mancha.

Los expertos avisan de que el embudo en el acceso al sistema de salud mental se agrandará: hay que recuperar a los pacientes relegados por la pandemia y a los que vendrán a causa de ella. Un metaanálisis canadiense reveló que, durante la primera ola, la prevalencia del trastorno por estrés postraumático, la ansiedad y la depresión fueron, respectivamente, cinco, cuatro y tres veces más frecuentes en comparación con lo que habitualmente reporta la OMS. «En una primera etapa son más frecuentes los síntomas ansiosos. Cuanto más se alargan en el tiempo, más depresión. También se verá estrés postraumático, duelo patológico y habrá más suicidios», dice Chacón. En España se quitan la vida 3.500 personas al año.

Los profesionales piden más personal. Un psicólogo en cada centro de salud, apunta Chacón, también ayudaría a romper el estigma sobre las dolencias mental. «Hay que acercar la psicoterapia a atención primaria. La gente ve más normal acudir a su centro de salud a pedir ayuda y ahí tendría los servicios más cerca».

Para saber más: http://mynmedia.mynews.es/intelligence/C2200217/document/13934/EPM202103196555/?fromEmail=True&idEnviament=133310

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