El suicidio, la otra pandemia

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«En nuestra sociedad resulta difícil hablar del suicidio, habiendo un gran miedo al efecto de contagio (del que no existe una evidencia empírica), impidiendo en múltiples ocasiones la prevención»

Con la llegada de la pandemia de la COVID-19 los expertos en salud mental nos han dicho que han aumentado de forma abrumadora el número de casos de personas con enfermedades mentales como puede ser trastornos del estado del ánimo, como es la ansiedad y la depresión.

La línea existente entre estas dos psicopatologías resulta ser muy fina, y con el paso del tiempo y la falta de un tratamiento correcto, pueden desembocar en un trastorno cíclico como es el caso del trastorno bipolar. Nos encontramos ante una tesitura compleja que afecta mucho a nivel social, ya que se empiezan a disparar las bajas laborales, a haber múltiples abandonos en el ámbito educativo (los jóvenes son uno de los colectivos más tocados por las enfermedades mentales tras la pandemia) o a aumentar el consumo de drogas (tanto las conocidas como drogas duras como las blandas, entre ellas el alcohol). Se puede decir que todo ello ha llevado a incrementar el número de suicidios, cuestión que no suele tratarse de manera directa en los medios de comunicación, algunos dicen que no se trata el tema porque habría una especie de efecto dominó, otros pensamos que no se habla porque no interesa. Yo a este fenómeno le he venido a denominar como “la otra pandemia”. Por ello os voy a hablar desde el punto de vista fundamentalmente sociológico del fenómeno del suicidio.

Si existe un autor que haya hablado y profundizado sobre el suicidio es Emile Durkheim, y dicho autor es considerado hoy uno de los padres de la sociología positivista y una de las figuras que han influido para que la ciencia europea adopte a la estadística aplicada como método de abordaje, comprensión y explicación de los comportamientos sociales del ser humano. En el texto sobre El Suicidio, Durkheim analiza, con múltiples variables y cruces de las mismas, cuales podrían ser las más significativas a la hora de explicar los suicidios en un territorio tan amplio como es la UE.

Su trabajo nos muestra que pueden eliminarse, desde hace más de un siglo, las siguientes enseñanzas para el fenómeno del suicidio: los factores económicos, los factores climáticos y geográficos, la guerra, la religión, etc.; es decir, una serie de factores que son externos al individuo, si bien pueden sumarse a cuestiones sociales mucho más intensas y oportunas. Pero, esto no llevaría a Durkheim a tratar a los casos de forma aislada y como particulares, más bien lo llevó a determinar una conclusión contundente de su estudio: existirían sociedades suicidógenas, o lo que es lo mismo, sociedades donde se tiende al suicidio, como podría serlo debido a la pobreza. Siguiendo con la teoría sobre el suicidio, Durkheim, aplicaría su método estadístico y sociológico al suicidio, llegando a la conclusión de que este fenómeno debe ser considerado como un hecho social; buscando su causa fundamental en la denominada: anomía social. La anomia social es el concepto que nos indica que hay sociedades donde la ausencia de normas o la existencia de normas contradictorias (como en la actualidad en relación a diferentes aspectos) determinan una comunidad en la que no se ha regulado de manera correcta, teniendo esto una serie de consecuencias.

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