La pandemia desencadena un 30% más de consultas de salud mental

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Pandemia emocional, psicopandemia, catástrofe emocional, ansiedad, trastorno adaptativo, insomnio… Son términos que definen una etapa muy complicada para la salud mental asociada a las consecuencias del covid, que en Soria ha motivado un aumento de hasta el 30% de consultas de estas patologías. «Se ha disparado la demanda en los considerados más leves mientras que ha descendido en los graves, que están más contenidos, y el aumento es muy significativo en la población de menores de 18 años», resume el jefe del Servicio de Psiquiatría del Complejo Hospitalario de Soria, Ricardo Martínez, quien lleva cuidando de la salud mental de los sorianos durante décadas.

Recalca que se ha producido «un cambio de perfil», por cuanto los nuevos casos que les llegan son por patologías como ansiedad, estrés postraumático, insomnio o dificultades para adaptarse. «Hay miedo generalizado por toda una población expuesta y eso genera psicosis, lo que hace que la demanda de consulta aumente. Hay incremento de casos nuevos de ansiedad y trastornos adaptativos», explica el experto, quien emplea el término «psicopandemia» para resumir lo que está ocurriendo.

En términos numéricos, el Servicio de Psiquiatría del Complejo Asistencial de Soria, con sede en el Hospital del Mirón, atiende al año entre 12.000 y 14.000 consultas -evidentemente varias por individuo-. El pasado año se cerró con unas 13.000. «No ha habido más, pero sí otro tipo de paciente», puntualiza. Incluso han cuantificado un poco menos puesto que lo habitual son 2.000 nuevos cada año, precisamente por la contención en los pacientes de mayor complicación.

Paradójicamente, la demanda de aquellos casos más graves ha descendido, como esquizofrenias, depresiones o trastornos bipolares, entre otros. «Son pacientes que buscan el aislamiento y está claro que están teniendo menos estímulos. Antes se producían más crisis porque se producía mayor interacción. Ahora están más encerrados y puesto que ellos quieren no tener contacto, se producen menos ingresos», explica.

Martínez habla de los momentos más duros de la pandemia el año pasado, pero evidencia que las consecuencias se viven aún con toda su crudeza. «La pandemia va a dejar huella, emocionalmente habrá un antes y un después. Van a cambiar las relaciones interpersonales y las dinámicas familiares, y habrá trastornos que disminuirán y otros que aumentarán», pronostica el psiquiatra a tenor de lo que puede comprobar cada día en las consultas.

Todas las patologías que tienen que ver con las emociones, la depresión, la ansiedad, etc, presentan una vertiente fisiológica, el quid de Entre los resultados más relevantes publicados recientemente por el Centro Superior Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), destaca el porcentaje de personas de clase baja que se han sentido decaídas, deprimidas o sin esperanza durante la pandemia, y el cual casi la cuestión es determinar si una alteración externa dispara la fisiología o al revés. Es decir, si la pandemia causada por el covid ha desencadenado algo que estaba latente o sencillamente ha generado el problema a personas sanas. Sin poder determinar, el tratamiento es algo «mixto», con medicación que corrija la fisiología.

Mención aparte merece lo que les está ocurriendo a los menores de 18 años, con circunstancias propias frente a la crisis del covid y duplica al de aquellas que se identifican con la clase alta (32,7% frente a 17,1%). Entre los datos se señala, igualmente, la prescripción de consumo de psicofármacos, de un 3,6% en la clase alta, frente a un 9,8% de la clase baja.

El caso de Jóvenes, mujeres y personas con discapacidad, y en especial con discapacidad psicosocial, son algunos de los grupos de población que han visto más afectada su salud mental durante este año, según con menos armas para afrontarla. «Se trata de una población más frágil, sin la capacidad adaptativa necesaria para una catástrofe emocional como ésta», especifica Martínez sobre lo que está ocurriendo en este colectivo, en el que los casos de hospitalización, es decir, los más graves, han aumentado hasta un 80%. Es un porcentaje muy alto que hay que tomar con cautela por cuanto dichos ingresos suman una veintena en 2020, pero en años anteriores las cifras son mínimas, señala el informe, como destaca Salud Mental Soria Asovica.

Las personas de 18 a 34 años son las que han frecuentado más los servicios de salud mental, han tenido más ataques de ansiedad, más síntomas de tristeza y han sido las personas que más han modificado su vida habitual debido a esta situación. En esta línea, el CIS también señala que más del doble de las personas que han acudido a los servicios de salud mental son mujeres. «unos cuatro o seis», evidencia el jefe de servicio, «y hace unos cinco años, sólo ingresaba uno».

El salto es significativo también en las consultas, con un incremento en torno al 40%. El problema se agudizó en septiembre pasado, «en el inicio de cursos los desajustes fueron mayores», matiza. «Son pacientes de todas las edades. Sólo podemos realizar ingresos de mayores de 16 años, pero hemos tenido que hacerlo hasta de 12 años», explica, aunque en consulta ven casos de autismo de dos años, si bien en esta ocasión no está relacionado con el covid.

Sí lo están pacientes sobre todo de edades de 10-12 años, «que se angustian, no entienden por qué tienen que renunciar a ciertas cosas, a hacer deporte, a salir, y eso provoca patologías como ansiedad, agresividad, más irritabilidad, déficit de atención, otros comportamientos», señala el psiquiatra, quien menciona el «oposicionismo desafiante». «El lenguaje del preadolescente es más de acción, por eso la negativa a seguir las normas y eso genera disfunciones», añade. Las consecuencias, alteraciones mentales en las que es necesario intervenir.

En el 90% de los casos es la familia la que da el paso y decide acudir a la consulta, aunque también el colegio suele dar la voz de alarma. «Se hace un tratamiento integral también con la familia y se aplica un tratamiento mixto, psicoterapia con ellos y la familia, con poca intervención medicamentosa. Son terapias de modificación de conductas, ayudadas por la farmacología».

También detectan un ligero repunte de los trastornos alimenticios en menores, «pero no ha sido algo desmedido, más por ansiedad». Este tipo de patologías son una constante en el servicio de psiquiatría infanto-juvenil, que lleva en funcionamiento ya 12 años.

Martínez indica que suele haber buen pronóstico si se interviene de manera temprana, «y afortunadamente se ha perdido el miedo a acudir». Al mismo tiempo, confía en que cuando llegue el verano se produzca cierta normalidad, y que no ocurrirá lo que el año pasado en la vuelta al colegio en que se detectó un mayor repunte. La situación no es la misma gracias a las vacunas y espera una mejoría, aunque, insiste, «la pandemia va a dejar huella emocional».

Para saber más: http://mynmedia.mynews.es/intelligence/C2200217/document/13934/EMS202106130111/?fromEmail=True&idEnviament=144202

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