La salud mental, más allá de Simone Biles: una lacra invisible a la que cualquier persona está expuesta
«Tenemos que proteger nuestras mentes y nuestros cuerpos». Con esa declaración, la gimnasta estadounidense Simone Biles anunciaba su retirada de la final por equipos en los Juegos de Tokyo 2020, que más tarde también se convertiría en un adiós definitivo a la final individual, enviando así un mensaje a la sociedad sobre cuáles eran sus prioridades: «Es más importante la salud mental que el deporte ahora mismo».
Su retirada pone de nuevo sobre la mesa el debate de la salud mental, una lacra invisible que afecta a muchas personas (al 10,8% de los españoles, según los últimos datos de Sanidad, y al 9% de la población mundial, según la OMS) y que durante mucho tiempo ha sido considerada «la hermana abandonada dentro del sistema de salud», explican desde la Confederación Salud Mental España.
No hay salud sin salud mental
La OMS entiende la salud mental como un componente integral y esencial de la salud. «No hay salud sin salud mental», asevera la organización, en cuya Consititución la define como «un estado de bienestar en el que la persona realiza sus capacidades y es capaz de hacer frente al estrés normal de la vida, de trabajar de forma productiva y de contribuir a su comunidad». Además, «no solo es la ausencia de enfermedad», matiza el psicólogo clínico y miembro de la junta directiva del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, Pedro Rodríguez, sino también la «estabilidad emocional para poder encontrar recursos que den respuesta a las dificultades».
Pero el concepto de salud mental no se ciñe sólo a lo anterior, sino que también abarca «la prevención de trastornos mentales (la depresión, el trastorno afectivo bipolar, la esquizofrenia, etc.) y el tratamiento, rehabilitación y recuperación de las personas con problemas de salud mental», añaden, por su parte, desde la Confederación Salud Mental España.
En este sentido, son múltiples los elementos que pueden contribuir a su deterioro. Según la citada organización, «suele ser una combinación de factores genéticos, del entorno social y de experiencias vividas» de cada uno, pero «no tiene nada que ver con debilidad de carácter, ni es culpa de la persona», subrayan. La mayoría de los problemas de salud mental suelen iniciarse en la adolescencia y la juventud o «tras sufrir algún suceso traumático, como perder un trabajo, la muerte de un familiar, una separación o un desahucio», añaden.
Es decir, que «existe una estructura personal de cada uno», indica al respecto Rodríguez, «y por otro lado, hay circunstancias sobrevenidas que pueden mermar y dificultar nuestros recursos para enfrentarnos al tema«, que pueden «acabar alterando nuestro estatus y nuestra estabilidad», puntualiza el psicólogo.
El estigma y la perspectiva de los datos
Rodriguez cree que «la sociedad ha cambiado mucho» y que, «cuando hay malestar, la gente suele contarlo», explica el psicólogo sobre las patologías que llama «menores»: «Las consultas están llenas de ese tipo de demanda». No obstante, considera que la mayor estigmatización a la que se enfrentan estas personas es que «una enfermedad mental sigue sin estar considerada al mismo nivel que otras enfermedades«.
A este contexto, la Confederación Salud Mental añade otro factor vinculado al «estigma y al tabú que rodea a los trastornos mentales»: la dificultad para concretar cifras. «Hay muchas personas que tienen un problema de salud mental y no están diagnosticadas, por lo que su caso no se encuentra en registros oficiales«, detallan, lo que impide «calibrar con precisión y veracidad la situación» y ofrecer una imagen panorámica.
En España, los últimos datos oficiales del Ministerio de Sanidad corresponden a los recogidos en la Encuesta Nacional de Salud en España (ENSE) y son del año 2017. Según esta encuesta, más de una de cada diez personas de 15 años dijo haber sido diagnosticada con algún problema de salud mental, es decir, un 10,8% del total. En estos términos, el 3,8% dijo presentar limitaciones en su vida cotidiana debido a esto. La encuesta también recoge cifras sobre medicación: el 10,7% de la población consume tranquilizantes, relajantes o pastillas para dormir, una cifra más elevada en las mujeres (13,9%) que en los hombre (7,4%); mientras que el 5,6% de la población de 15 y más años toma antidepresivos o estimulantes (7,9% de las mujeres y 3,2% de los hombres).
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