Más allá del suicidio infanto-juvenil: la necesidad de hablar del sufrimiento emocional
Que la salud mental ha saltado a la palestra en los últimos meses no es ninguna novedad. Desde el confinamiento de 2020 hasta hoy, el aumento de los problemas de salud mental en la población general, y en la infanto-juvenil en particular, se ha convertido en uno de los temas de la agenda.
Las cifras de muertes por suicidio en España nos hablan de un problema grave. Cada día más de 10 personas se quitan la vida en nuestro país. De ellas, la mayoría son hombres. De todo el conjunto, un número significativo son menores entre los 15 y los 18 años. Se trata del último paso no solo para personas con problemas de salud mental, sino para aquellas que tienen sufrimiento emocional.
«El confinamiento, más que la pandemia, ha supuesto un duro revés a la quebradiza salud mental de los niños, las niñas y los adolescentes». José Antonio Luengo, decano del Colegio de Psocólogos de Madrid y uno de los mayores expertos en salud mental infanto-juvenil y en suicidio en estas edades lo tiene muy claro. Aquellos casi cuatro meses de encierro en casa fueron un problema grave para una salud mental no patológica, explica, pero sí «fácil de romper, que se rasgula con facilidad».
Es el caso de Clara, una chavala de Madrid que vive buena parte del tiempo bajo una estrecha vigilancia tanto en el instituto como en casa con el objetivo de evitar que su estado emocional vaya a mayores. En su centro son unas «privilegiadas»; la dirección apostó en su momento por la atención a la diversidad en sentido amplio y, del cupo docente, guardó sendas plazas para dos orientadoras a tiempo completo. Son 800 chicos y chicas. Casi cumplen con las recomendaciones de la Unesco de 1/250.
En el centro, el IES Rafael Frühbeck de Burgos trabaja Clara González, es la jefa del departamento de Orientación. Asegura que desde el inicio de la pandemia tienen más casos de autolesiones, pánico nocturno, ansiedad… «estamos desbordadas», asegura. Relata, no solo lo complicado del confinamiento, sino la situación de semipresencialidad. En el Rafael Frühbeck de Burgos obtaron porque el alumnado fuera todos los días a clase. La mitad, en las primeras horas. El resto, las demás horas. El cambio se hacía durante el recreo. «Lo mejor del horario», comenta, el único momento que tenían para compartir con los compañeros.
Detección
Saber si un alumno tiene problemas graves de ideación suicida, de autolesiones o similares no es fácil. Luengo habla de la necesidad de formación del personal docente, así como de la información que puede encontrarse en la red: guías y documentos elaborados por su equipo, así como por otros por todo el país, en los que pueden encontrar pautas de todo tipo.
Clara González asegura que, en el día a día, a los equipos docentes y no docentes no les resulta nada sencillo. Detectan una minoría de casos y el grueso aparecen gracias a que chicas y chicos sí detectan situaciones complicadas. Asegura que, además, en los últimos tiempos, seguramente porque los temas de salud mental han saltado a la palestra, hay menos miedo oentre el alumnado en acercarse al equipo o a algún docente para relatar alguna situación concreta.
Esta rientadora habla también del papel importantísimo que están cumpliendo en el instituto quienes participan en el programa de alumnos mediadores. Chicos y chicas elegidas por sus compañeros que se convierten en punto de referencia ante cualquier posible conflicto y que están siendo parte de la clave de la detección y la voz de alarma para que el centro tome cartas en el asunto.
Para González, quitando los casos graves de autolesiones que pueden verse a simple vista, otras pistas como cambios de humor o bajadas de rendimiento pueden ser llamadas de atención sobre cualquier otra cuestión. A lo que se suma que en no pocos casos, el centro educativo se convierte en una burbuja en la que se encuentran bien frente a una situación en el exterior muy complicada.
«Tenemos que hablar de sufrimiento»
Para Luengo aquí está una de las claves importantes. En general, socialmente, hablar de suicidio no está «bien visto». La mayoría de los medios de comunicación no contemplan hablar de este tema bajo la premisa de que hablar de suicidio puede incitar a otras personas a quitarse la vida. Pero para Luengo la clave está en que se hable no tanto de quién se suicidó y cómo; la piedra de toque está en hablar de «sufrimiento emocional y la desesperanza que lleva a las personas a esta terrible situación”.
Este psicólogo habla con el máximo respeto del trabajo que realizan los equipos docentes en los centros para evitar o atajar las situaciones de ideación suicida, autolesiones o suicidios. Aunque defiende la necesidad de que estos temas estén en la «cultura del sistema», como un asunto transversal y no meramente reactivo.
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