Menores y depresión, la pandemia adolescente: «Tengo miedo de lo que me puedo hacer»

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Elena tiene 15 años, una sonrisa tardía, una piel con quemaduras voluntarias y una mochila reciente de suicidios barruntados.

Vive en un chalet, trastea con el móvil, suspira por los mismos ídolos que nuestros hijos, rasga con gracia la guitarra, juega y se pelea con su hermana lo que corresponde y tiene una familia de abrigo.

Antes de la pandemia, esta adolescente ética y seria había superado con las amigas un atisbo de soledad. Pero, en septiembre, al volver a clase, los grupos-burbuja la dejaron sin grupo.

Y entonces Elena se quedó sola.

Elena tiene 15 años, convive con sus lágrimas y es la dueña de la frase más triste del mundo. «Tengo miedo de lo que me puedo hacer».

En la mente de Elena se encarna una epidemia que sólo se ve dentro de los hospitales, las terapias y las casas, una avalancha de depresión adolescente que ha multiplicado las urgencias y los ingresos psiquiátricos, las autolesiones y las ideaciones e intentos de suicidio.

Psicólogos y psiquiatras coinciden al contestar cuatro preguntas: ¿Qué está pasando? Desde el otoño se han disparado los síntomas ansioso-depresivos, el número y la gravedad de los trastornos de conducta alimentaria, los trastornos obsesivo-compulsivos, las autoagresiones y las ideas y planes de la muerte como solución.

¿Por qué está pasando? El confinamiento, una desescalada con más restricciones para los jóvenes que para los niños, la falta de socialización entre iguales y el regreso semipresencial, no rutinario, irregular y anormal a la escuela han impactado en los menores.

¿Qué les está pasando? Miedo, incertidumbre, tristeza, angustia, estrés, apatía, insomnio, desconcentración, frustración o ira. Creen que su pesadumbre nunca se irá.

¿Por qué les está pasando? Incapacidad para gestionar el malestar, desconcierto ante una situación excepcional, falta de adaptación a una realidad estresora e interrupción de una socialización clave para su crecimiento como personas.

Ni le ocurre a todos los adolescentes, ni toda la culpa es de la pandemia. Pero si hay clínicas que desde septiembre han quintuplicado los ingresos en Psiquiatría Infanto-Juvenil; unidades que han pasado de cuatro a 13 tentativas de suicidio al mes u hospitales donde los ingresos por anorexia o bulimia han subido un 30%, es que el Covid ha infectado psicológicamente a los menores.

«La víspera de Gimnasia ya pensaba que iba a estar sola en el baño todo el rato, porque en clase había que hacer grupos y nadie me iba a elegir de compañera. Me quedaba sola en el patio disimulando y me iba al baño a esconderme. A nadie le importaba y los profesores lo sabían. Soñaba con que lloviese, porque así no había Gimnasia y se notaba menos que estaba sola».

Elena es abrazable. Hace 15 años que vive en una escala de valores absolutos, algo que le impide aceptar la travesura y le lleva a una empatía con los demás casi tóxica para sí misma. Pasó bien el confinamiento, pero al volver a clase, sus amigas recalaron en otros grupos. «A mi mejor amiga le tocaba presencial un día distinto al mío. En septiembre quise unirme a tres chicas, pero me daban la espalda. Entré en el grupo de los solos. En octubre ya estaba sola y en diciembre empecé a tener ideas de suicidio».

– ¿Qué sentías? – Tristeza, apatía, nerviosismo, ansiedad, frustración y soledad.

– ¿Y qué pensabas? – Que iba a ser así para siempre y en cualquier lugar, que nunca nadie me elegiría. Pensaba que a los del cole no les importaría que muriera. A mi familia, sí. Pero creía que eso me ayudaría a quitarme ese dolor y dejar de sufrir. Y lo sigo pensando si tengo un día malo. Ahora sé que no hay que invalidar las emociones y que no es mi culpa. Antes creía que era culpa mía.

Estamos con Elena y su familia en su casa. Todo aquí rezuma calidez. Los padres le dicen a su hija que si hay algo que quiere hablar a solas con nosotros ellos se irán. No hará falta. Eso Elena lo reserva para la psicóloga y la psiquiatra.

La Sociedad Española de Psiquiatría Infantil dice que la herida mental ha aumentado y, además, en los más jóvenes. Azucena Díez, presidenta del colectivo y jefa de Psiquiatría Infantil de la Clínica de Navarra: «Se han disparado las patologías del ambiente, reacciones no adaptativas a una circunstancia adversa: ansiedad, síntomas depresivos, autolesiones para disipar el dolor psicológico, trastornos de la conducta alimentaria, que antes tenían una media del 19% de pérdida de peso y ahora del 35%, e ideas suicidas y autolesiones no suicidas en población con 14 años o menos. Todos los adolescentes sin relacionarse con los iguales, sin objetivos académicos, sin deporte, sin aire libre… Todos en la cola de las prioridades políticas. La pandemia ha sido como un campo de concentración con un experimento sociológico para generar psicopatologías».

Es la «excepción emocional» que bautiza Teresa González Hidalgo, psicóloga privada que colabora con Adaner y el Hospital Niño Jesús. «Influyó el confinamiento y el regreso no presencial con los iguales y sin profesores, más formados que los padres en algunas cosas. A los adolescentes se les privó de contacto social, quedaron más expuestos a las redes y se les cortó una rutina de tareas. Se encontraron con ellos mismos y no

En 10 meses se han disparado las consultas, las urgencias y los ingresos por ansiedad, síntomas depresivos, trastornos de la conducta alimentaria e ideaciones y tentativas suicidas en una población que paga ahora el precio de un confinamiento y un regreso anormal a la escuela y la vida social. ¿Qué les pasa a nuestros jóvenes?

Más información en: https://mynmedia.mynews.es/intelligence/C2200217/document/13933/EMM202108200045/?fromEmail=True&idEnviament=154440

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